Recuerdos de un oviedista: El día que todo empezó



15/04/09

Aquella semana que culminaría en el último ascenso a primera división fue mi bautismo de fuego en el oviedismo, yo tenía ocho años (“pa nueve”, como decia mi güela) en aquellos deías de la primavera de 1988 y apenas entendía de fútbol, me interesaban mas otros deportes como el hockey patines, donde el Cibeles se codeaba con la flor y nata de la elite en España.

Si bien es cierto que había ido a algun partido en segunda, recuerdo contra el Sabadell y aquella extraña vestimenta que los entendidos llamaban arlequinada, la verdad es que había ido por invitaciones que me habían dado más que por un interés en el futbol en sí. Hasta que llegó aquella promoción que cambiaría mi vida y mi manera de entender este deporte.

Tengo que reconocer que apenas tengo recuerdo del partido de ida, sé que estaba en un bar que tenía la radio puesta y recuerdo los gritos cuando Carlos establecía el 2-1, en tiempo de descuento, pero yo apenas sí entendía porque la gente estaba tan contenta. Lo fui entendiendo poco a poco según pasaban los días previos al partido de vuelta, la ciudad se empezaba a engalanar de azul, por todas partes había una bandera en un balcón, un escudo en un bar o, los niños mas afortunados porque era otra época, lucían una camiseta del Oviedo. Recuerdo ir al quiosco a comprar el periódico para mi padre y oír al quiosquero decir “Esta vez sí, que ya ye hora”, todos el mundo hablaba del partido en aquellos días.

El partido de Mallorca fue televisado y mis imágenes son bastante borrosas, recuerdo, sobre todo, retirarse al descanso a Carlos con cara de concentración con su melenilla tan ochentera llena de sudor y recuerdo también el acoso a balones largos del final del partido, poco más de la tele.

Pero lo que nunca, jamás, olvidare fue ver como una ciudad entera estallaba de júbilo al oír el pitido final del arbitro, recuerdo el claxon de los coches durante horas, banderas, cientos de banderas por delante de mi casa, yo asomado en el balcón y alucinado con aquel éxtasis, pero sin duda, la imagen más impactante fue cuando vi a una chica que iba en el asiento de acompañante de un coche, con medio cuerpo fuera de la ventanilla y con una enorme bandera de color azul que era el doble de grande que ella, ondeándola con mucho esfuerzo, era la viva imagen de la alegría, su cara expresaba una felicidad que pocas veces he vuelto a ver en un rostro y todo lo había conseguido un equipo de futbol, algo tan simple y tan complicado.

En ese momento me dije a mi mismo que yo quería formar parte de toda aquel jolgorio, compartir la felicidad de aquella chica y, por ende, de las miles de personas que estaba viendo bailar y gritar por las calles de mi ciudad, era algo mágico. Recuerdo perfectamente que mi madre estaba asomada en la ventana de al lado del balcón y entre el sonido de las voces y los pitidos de los coches le grité “ mamá, yo soy del Oviedo”, ella se rió y me dijo: “pues prepárate”, en aquel momento no la entendí.

Al día siguiente mi padre me llevó a ver a los héroes del ascenso, fue inútil, la plaza del ayuntamiento estaba atestada de gente gritando, jaleando a aquellos hombres que les habían devuelto a la élite del fútbol nacional tras muchos años, solo conseguimos llegar hasta los soportales del ayuntamiento y gracias, me quede con las ganas de verles las caras a los Carlos, Vili o Sañudo, pero a cambio vi a los otros héroes, a los que en realidad hicieron que este sentimiento calase en mi en lo mas profundo, vi a los aficionados del Oviedo y desde aquella fui uno mas de ellos y así seguiré para siempre.


Unos meses después de aquello entre a jugar en el equipo de mi barrio, el Covadonga, de aquella su equipo de aficionados estaba en segunda regional con aspiraciones de subir a primera, hoy veinte años después de aquello, el Oviedo esta en las catacumbas del futbol y hace unos pocos meses mi Oviedo, y el de todas aquellas personas, se enfrento al Covadonga y a mi memoria volvieron las palabras de mi madre “Pues, prepárate” la verdad es que unca me he arrepentido de no haberle hecho caso, me da igual yo sigo sufriendo con mi equipo en busca de tiempos mejores, pero nada ni nada borrara de mi memoria del día que me bautice como oviedista y eso no hay categoría futbolística ni derrota deportiva que lo pueda borrar ¡Hala Oviedo!

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